martes, 13 de diciembre de 2011

RENUNCIA PERMANENTE



Porque es bien poca cosa para el monje haber renunciado una vez, es decir, haber despreciado los bienes caducos en el principio de su conversión, si no sigue renunciando a ellos todos los días.
Casiano, Colationes 24,2.

sábado, 22 de octubre de 2011

Relacion de amor


La relación con Dios es una relación de amor, de amor infinito. Este amor no encaja en esquemas o en programas, es una llama que se enciende en el hombre y que lo hace inflamar.

viernes, 14 de octubre de 2011

sábado, 24 de septiembre de 2011

Justicia


¿Que debería cambiar en la sociedad para que fuera mejor, más justa?

- El corazón del hombre. Nada más. Así de simple. Pero es dificilísimo para muchas personas; lanzadas a una serie de inercias casi insuperables.

De la entrevista al P. Basili, ermitaño.

sábado, 17 de septiembre de 2011

lunes, 12 de septiembre de 2011

domingo, 4 de septiembre de 2011

domingo, 14 de agosto de 2011

lunes, 1 de agosto de 2011

jueves, 21 de julio de 2011

El Desierto


El Desierto sigue enseñándonos. Contemplemos, en el silencio, esa callada fuente que brota en el erial. No se expresa en lenguajes ni en gestos... Aguarda y da.

Albertus in eremo

sábado, 16 de julio de 2011

sábado, 2 de julio de 2011

REGLA DE MACARIO ABAD



COMIENZA LA REGLA DE SAN MACARIO ABAD,
QUE TUVO BAJO SU JURISDICCIÓN A CINCO MIL MONJES*
Capítulo 1

1. Los soldados de Cristo deben acomodar sus pasos del siguiente modo:
2. observando perfectísimamente la caridad entre sí,
3. y amar a Dios con toda el alma, con toda la mente, Con todo el corazón y con todas sus fuerzas.
Capítulo 2

1. Practicando continuamente entre sí una perfectísima obediencia,
2. pacíficos, mansos, moderados,
3. no (siendo) soberbios, ni injuriosos, ni murmuradores, ni burlones, ni demasiado locuaces, ni presuntuosos,
4. no buscando su propio deleite sino el de Cristo, para quien militan;
5. sin complacerse en hablar mal ni en contradecir a alguien;
6. no (siendo) perezosos en su servicio, prontos para la oración,
7. perfectos en la humildad, dispuestos a la obediencia, asiduos a las vigilias, gozosos en los ayunos.
Capítulo 3

1. Nadie se juzgue a sí mismo más justo que otro,
2. sino que cada uno se tenga en poco y se considere inferior a todos,
3. porque el que se exalta será humillado y el que se humilla será exaltado.
Capítulo 4

1. Recibe la orden de un anciano como la salvación.
2. No hagas ningún trabajo murmurando.
3. No opongas a una orden una respuesta negativa.
Capítulo 5

1. No te enorgullezcas o te exaltes cuando hagas una obra útil.
2. No te alegres si has logrado alguna ganancia,
3. ni te aflijas si has sufrido una pérdida.
Capítulo 6

1. No te dejes arrastrar por ninguna familiaridad hacia el siglo,
2. sino que todo tu amor permanezca en el monasterio.
3. Considera el monasterio como un paraíso,
4. confía en que tus hermanos espirituales serán tus parientes eternos.
Capítulo 7

1. Teme al prepósito del monasterio como a Dios mismo, ámalo como a un padre.
2. Igualmente es necesario también amar a todos los hermanos,
3. con quienes también confías verte en la gloria de Cristo.
Capítulo 8

1. No odies el trabajo penoso,
2. no busques la ociosidad;
3. agotado por las vigilias, empapado de transpiración por los trabajos justos, durmiendo mientras caminas,
4. llega cansado al lecho, y cree que tú reposas con Cristo.
Capítulo 9

1. Y, por sobre todo, ama el curso litúrgico del monasterio.
2. Quien verdaderamente quiera orar con frecuencia,
3. encontrará una más abundante misericordia junto a Cristo.
Capítulo 10

1. Recitados los matutinos, los hermanos estudiarán hasta la segunda hora,
2. siempre que no haya una causa,
3. que obligue a suprimir también el estudio, para hacer algo en común.
Capítulo 11

1. Después de la segunda hora cada uno estará disponible para su trabajo hasta la novena hora,
2. y todo lo que le sea mandado lo hará sin murmuración, 3. como lo enseña el santo Apóstol.
Capítulo 12

1. Si alguno murmurara o fuera contestador,
2. o se mostrara de mala voluntad en algo respecto a lo mandado,
3. sea corregido como corresponde según el arbitrio del anciano y la gravedad de la falta;
4. se lo mantendrá aparte por todo el tiempo que la naturaleza de la falta lo exija
5. y hasta que, haciendo penitencia, se humille y se corrija como corresponde.
6. El hermano que ha sido corregido no se atreva a marchar a ninguna parte.
Capítulo 13

1. Si algunos de los hermanos que están en el oratorio o que habitan en las celdas
2. se solidariza con el error de él, será (considerado) culpable.
Capítulo 14

1. Dada la señal para la hora de la oración,
2. aquel que no abandona inmediatamente toda obra que esté por hacer
3. -porque nada se debe anteponer a la oración-, para estar disponible,
4. será dejado afuera, para que se avergüence.
Capítulo 15

1. Cada uno de los hermanos hará verdaderamente un esfuerzo,
2. para que en el tiempo en que se celebran los oficios -en las vigilias deben velar-,
3. cuando todos se reúnen,
4. aquel que esté abrumado por el sueño,
5. que salga afuera y no se ocupe en fábulas,
6. sino que inmediatamente vuelva a la obra para la cual se han reunido.
7. En la reunión misma donde se hace la lectura,
8. tengan siempre el oído (atento) a las Escrituras y observen todos el silencio.
Capítulo 16

1. Se tuvo que agregar también esto:
2. el hermano que por cualquier falta es acusado o reprendido,
3. tenga paciencia y no responda al que lo reprende,
4. sino humíllese en todo, según el precepto del Señor que dice:
5. Dios da la gracia a los humildes, pero resiste a los soberbios,
6. y quien se humilla, será exaltado.
Capítulo 17

1. A aquel que, corregido a menudo, no se enmienda,
2. se le ordenará colocarse en el último lugar en el orden (de la comunidad).
3. Si ni siquiera así se enmendara,
4. se lo tratará como a extranjero, tal como lo dice el Señor: Que sea para ti como un pagano y un publicano.
Capítulo 18

1. En la mesa, especialmente, nadie hablará,
2. excepto el que preside y aquel que fuera interrogado.
Capítulo 19

1. Ninguno se enorgullecerá de su pericia ni de su voz,
2. sino que se alegrará en el Señor por la humildad y la obediencia.
Capitulo 20

1. Cultiven la hospitalidad en todas las circunstancias, y no apartes los ojos para dejar al pobre sin nada,
2. no sea que el Señor venga a ti en el huésped o en el pobre,
3. te vea dudar y te condene.
4. Pero muéstrate alegre con todos y obra fielmente.
Capítulo 21

1. “Al padecer una injuria, calla”.
2. “No sepas hacer injuria, (pero) sé capaz de tolerar la que te hagan”.
3. Que no te seduzcan consejos vanos,
4. sino afírmate siempre más en Cristo.
5. No estimes (tener) parientes más próximos que tus hermanos,
6. que están contigo en el monasterio.
Capítulo 22

1. Si hay que ir a buscar las cosas necesarias para el monasterio, saldrán dos o tres hermanos,
2. y solamente aquellos a los que se les tiene confianza,
3. no los que se entregan a la charlatanería o la gula.
Capítulo 23

1. Por tanto, si alguien quisiera dejar el mundo y llevar vida religiosa en el monasterio,
2. se le leerá la regla al entrar y se le expondrán todos los usos del monasterio.
3. Si acepta todo buenamente, entonces sea recibido dignamente por los hermanos en el monasterio.

Capítulo 24
1. Si quisiera traer algún bien (material) al monasterio,
2. sea puesto en la mesa ante todos los hermanos, como lo prescribe la regla.
3. Si fuera aceptada la ofrenda, no sólo del bien que trajo,
4. sino tampoco ni de sí mismo podrá disponer desde aquel momento.
5. Pues si algo distribuyó anteriormente a los pobres o, viniendo al monasterio, trajo alguna cosa para los hermanos,
6. sin embargo, (ya) no le es lícito tener alguna cosa en su poder.
Capítulo 25

1. Si después de tres días quisiera irse por cualquier motivo de discordia,
2. no recibirá absolutamente nada sino el vestido con el cual vino;
3. y si muriese, ninguno de sus herederos debe ir (al juez).
4. Si quisiera impulsar (un juicio),
5. se le leerá la regla, y (así) se lo cubrirá de vergüenza y se irá confundido,
6. porque también le fue hecha la lectura a aquel que exigía los bienes.
Capítulo 26

1. Por tanto, por cualquier causa que faltare un hermano,
2. será excluido de la oración y sometido a rigurosos ayunos.
3. Si pidiese perdón postrado delante de todos los hermanos, se lo perdonará.
Capítulo 27

1. Pero si quisiera persistir en su pecado y soberbia y dice:
2. “No puedo seguir, pero tomaré mi manto y me iré donde me quiera Dios”,
3. el primero de los hermanos que le oiga decir esto,
4. se lo referirá al prepósito, y el prepósito al abad.
5. El abad se sentará delante de todos los hermanos,
6. mandará traerlo, (y después) de corregirlo con golpes, se hará oración (por él), y así se lo recibirá en la comunión.
7. Porque si no se enmendara con sana doctrina, se curará con golpes.
Capítulo 28

1. Si por casualidad algún hermano quisiera salir del monasterio por cualquier motivo de discordia,
2. nada absolutamente se le pondrá sino un vestido ridiculísimo,
3. y que se vaya el infiel fuera de la comunión.
4. Pues los mansos y los pacíficos se apoderan del reino de lo alto,
5. y son contados como hijos del Altísimo, y reciben preciosas coronas resplandecientes;
6. en cambio, los hijos de las tinieblas irán a las tinieblas exteriores.
7 ¿Sobre quién descansaré, dice el Señor, sino sobre el humilde, el paciente y el que teme mis palabras?
Capítulo 29

1. He aquí también algo que debe observarse:
2. los que infringen el ayuno en la cuarta (miércoles) y la sexta (viernes) feria se hacen pasivos de una pena grave.
Capítulo 30

1. Esto también hay que agregar:
2. que dentro del monasterio nadie haga artesanía,
3. sino aquel cuya fe fuera probada,
4. y que hará lo que pueda hacer para utilidad y para las necesidades del monasterio.

lunes, 27 de junio de 2011

Partiendo de una lista de reglas no llegarás a conocer a Dios



3 Mayo 2011
Афанасий (Николау), митрополит Лимассольский
A los lectores les es ofrecida la traducción de una de las conversaciones del Mitropolita Atanasio de Limassol. La traducción del búlgaro fue realizada por el diácono Gueorgui Maximov.

Cuando una persona quiere cambiarse a sí misma, ella comete un error, que en el pasado era cometido incluso en círculos teológicos y en las escuelas dominicales– la predicación del moralismo. En otras palabras, cuando alguien viene a la Iglesia, tales cristianos le dicen: “Mira, no hagas cosas malas, no vayas a malos lugares, no digas malas palabras” –y se ocupan precisamente de eso. Sin embargo, todo este moralismo es enfermo, es cierta compresión no-moral, no ortodoxa, es un puritanismo, un pietismo, que está orientado sólo a un resultado visible. Los Padres de la Iglesia no se ocupaban de tales cosas, miraban a la esencia.

Cuando un hombre con muchos problemas venía a ellos, ellos no comenzaban a hablarle sólo de cosas externas –y de ellas, claro está, ciertamente no se olvidaban– sino que sobre todo ellos hablaban sobre la relación con Dios. Por eso en el Evangelio Cristo señala que el más grande y el primer mandamiento de la Ley de Dios no es “No robarás” o “No cometerás adulterio” –esto es en último lugar,– sino que la relación con Dios, que se expresa en las palabras “Ama a Dios”. Si tú amas a Dios, tienes un sano y vivo amor a Él, entonces todo lo demás viene por sí mismo. En caso contrario tú puedes hacer todas las otras cosas sin tener que mantener y profundizar la relación con Dios.

Y entonces tú llegarás a ser una buena persona, incluso una persona maravillosa, pero no aquel, quien tiene una relación con Dios. Por eso los cristianos modernos, incluso los de mi edad, se sorprenden y no entienden las principales cosas de la Iglesia. Ellos dicen: “¿Acaso no es suficiente que todo esto yo lo haya cumplido? ¿Qué más se puede pedir?” Ellos no pueden entender, por ejemplo, al monacato, y se preguntan: “¿Para qué hacerse monje? ¿No se puede llegar al cielo sacrificándose en el mundo cotidiano?” Por supuesto, puedes llegar al cielo y así. Pero no nos hacemos monjes sólo porque así uno pueda salvarse.

Nuestra relación con Dios es una cuestión de amor. Esto no es una cuestión del deber ir a la iglesia, cumplir los mandamientos y ser una buena persona. Como un enamorado, sin ningún tipo de razonamiento racional, toma la guitarra, va a la casa de su amada, y canta allí toda la noche para expresar su amor. Antes hacían así, ahora yo no sé cómo hacen, a lo mejor envian un e-mail...

La relación con Dios es una relación de amor, de amor infinito. Este amor no encaja en esquemas o en programas, es una llama que se enciende en el hombre y que lo hace inflamar. No depende de cosas externas, sin siquiera mirar hacia ellas. Y aquellos, quienes miran a las cosas externas, también entran en relaciones familiares, y destruyen sus familias, porque dicen: “¿Acaso no soy un buen marido? ¿No te doy dinero? ¿ Acaso no te envío a viajar todos los veranos? ¿Acaso no viajo contigo todos los fines de semana? ¿Acaso no vengo todos los días después del trabajo directamente a casa? Yo no me comunico con otras mujeres, no te insulto y no te pego”. En otras palabras, hay como una lista, que al cumplirla, yo resulto siendo bueno. Y cuando ellos ven, que en un determinado momento la casa se derrumba, que uno de ellos es menospreciado por el otro, o que la otra mitad tiene una relación con alguien más, ellos se angustian, y preguntan: “¿Por qué?” No se dan cuenta que todas estas cosas no son algo así como una receta universal.

No sucede así, que, cumpliendo cierta lista de restricciones y prescripciones, tú te conviertes en una buena persona. Tú puedes cumplir todo y quedarse inútil. Como el fariseo, que cumpliendo todo lo escrito en la ley, fue rechazado por Dios, y el publicano, que no cumpliendo nada de lo escrito en la Ley, fue aceptado por Dios.

Por consiguiente, la pregunta consiste en aquello de que, cómo el hombre se presenta ante Dios, y si existe aquella relación viva, que supera a la ley y a las cosas externas.

Algunos pueden decir: “Si tú quieres creer en Dios, entonces tienes que hacer esto y esto”. Y nosotros hemos oído algo tal, que los pelos se ponen de punta, especialmente dirigido a los jóvenes: “Para ser un hombre de iglesia, un hombre de Dios, un buen hombre, es necesario cada semana asistir a la iglesia, no hacer cosas malas, no hacer esto y lo otro, comulgar tres-cuatro veces al año y cuantro veces confesarse”. Y en esto termina todo.

Pero esto es un error. Es necesario encontrar una relación de nuestro ser con Dios, y que esta sea una relación viva, como cuando amas a otra persona, amas sin esquemas, sin prescripciones y sin recetas. Como el enlace entre tú y otra persona vivo, así ocurre y en la relación con Dios. Solamente así podéis sentir verdaderamente aquella plenitud, de la que habla el Evangelio. Por eso hemos dicho antes que es necesario mirar no sólo a lo externo, sino que penetrar más profundamente para poder ver el por qué de nuestro vacío interior, y lo que nos sucede. ¿Por qué tenemos la necesidad de otras cosas? Porque no hay una relación viva con Dios. Cuando nosotros entendemos las razones, entonces, poco a poco, llegamos a la humildad, por eso lo de aquello, de que si realmente nosotros amáramos fuertemente a Dios, entonces no tendríamos la necesidad de ahogar nuestras penas en el vino. Cuando un hombre conoce esto, él, poco a poco, se acostumbra a ver las cosas correctamente y comienza a curarse de aquel problema que lo agobia.

No sé si a Usted le han cansado las cosas a las que yo me refiero. Pero yo creo que esto trata de lo más principal y mucho más importante de lo que a menudo escuchan en la Iglesia los feligreses, como es sobre la globalización o la clonación. Claro, y de esto es necesario saber la opinión de la Iglesia, pero usted sobre eso escucha todos los días y está hasta más enterado que yo. Del obispo y de la Iglesia es necesario escuchar sobre aquello que Usted no puede escuchar en otro lugar.

Inmediatamente después de las palabras “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mt. 5, 6), Cristo nos lleva al siguiente nivel, diciendo: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt. 5, 7). Cuando nosotros decimos “benevolente” o “misericordioso”, a continuación, nos recordamos de la caridad. Viene alguien con la mano extendida, y tú le das una moneda o un billete – esto, por supuesto, es caridad, así como la participación y en diversas actividades sociales, y en el cuido de los necesitados. Todo esto es bueno y necesario para el apoyo de la vida social. Sin embargo, aquí Jesús no habla sólo de eso. Él no se detiene en las cosas externas – en Sus palabras hay una profundidad particular. Cuando nosotros escuchamos la palabra “benevolente”, nuestra mente se eleva a Dios mismo. Como decimos en la iglesia: “Porque tú eres un Dios benevolente y amador de los hombres”, “Ten piedad de mí por tu gran misericordia”. “Benevolente” es un epíteto de Dios. Así, una persona es benevolente en imitación de Dios benevolente. San Isaac el Sirio tiene unas hermosas palabras: “¿Qué es un corazón benevolente? Es un corazón, que siente dolor por toda la creación, por todas las personas, por los pájaros, por los animales, por los demonios y por toda criatura, así, cuando la persona los ve a ellos, o se acuerda de ellos, de sus ojos corren lágrimas”.

¿Por qué es así? Porque así es Dios. Dios ama a todos sin excepción – esta es la verdad fundamental de la Iglesia; no existe ni el más mínimo cambio en el amor de Dios hacia su creación. Como Él nos ama a nosotros, así ama y a los demonios. Porque si Dios amara a alguien menos, y a alguien más, eso significaría que Él tiene una medida en el amor, un cambio en sí mismo, y no es perfecto. Pero el hecho es que nosotros no somos iguales en nuestro amor a Dios. El diablo totalmente no ama Dios, la Santísima Virgen lo ama enteramente. Mientras que entre nosotros hay alguien que lo ama en un diez por ciento, otro en un veinte, y algunos hasta en un cien, y por eso en nuestras relaciones con Dios existe una diferente medida en dependencia de la persona y no de Dios. Esto es lo principal, lo que nosotros debemos saber, para no levantar la acusación contra Dios de que, supuestamente, “Él ama a los demás mucho, y a mí poco”.

Por eso, cuando nosotros sabemos de nuestro Prototipo – Dios, entonces podemos entender y a el hombre. Y también sabremos que en última instancia, no podemos amar a unos más y a otros menos, así como también el hecho de que no debemos ser rudos en relación, por ejemplo, hacia los delincuentes o personas que se encuentran en una situación difícil. No debemos experimentar en el alma una mala disposición. Tienes que sentir amor por todos, sin excepción. Examinemos, ¿existe en nosotros esa medida del amor perfecto? No. Nosotros estamos más abajo, cada uno en su medida. Sería bueno si fuéramos grandes santos. Entonces tendríamos un amor perfecto. Nuestro amor es pequeño, pero hablamos del perfecto para saber a que es necesario aspirar.

Perfección – esto es cuando tú te relacionas a la persona con un amor absoluto. El amor no significa la satisfacción de tus propios deseos, no significa que me he atontado, que no comprendo lo que ocurre alrededor, y veo todo de color rosa. El hombre de Dios no es un tonto y no es un loco. ¿Qué ocurre en realidad? Simplemente que del alma de la persona son expulsadas las pasiones, y ella ve las cosas a como son, ve el mal, ve la malicia, las comprende perfectamente, pero ya no seguía por ellas al relacionarse con las demás personas, y puede arreglar algo de manera apacible, y no emotiva, porque posee un amor absoluto. Esto es muy importante, porque si nosotros no tenemos tal amor, entonces, enfrentandose todos los días con las manifestaciones de la maldad humana, la mezquindad, las debilidades, empezamos a tener una mala relación hacia las personas, aunque no quisieramos esto. Tal es la imperfección humana.

Si tú no tienes una actitud generosa para esas cosas, entonces, tu caerás en aquel molino, donde tú mismo molerás, y a tí te molerán, y no podrás sobrellevar ni una sola dificultad de la vida, incluso de parte de la persona más querida por tí. Si no tenemos un corazón misericordioso, entonces, caeremos en el molino que nos molerá con las muelas de las dificultades, de los desengaños, de las decepciones, porque nuestro corazón no ha aprendido de aquella nobleza espiritual, que nace de la compasión hacia cada persona. Porque sólo cuando se es sensible a otra persona es que la puedes comprender.

Hasta tal punto debe ser sensible tu corazón, de que sienta los pensamientos y los cambios de las otras personas. Y ¿cómo puedes comprenderlos si tu corazón es insensible? Cuando el corazón se ha petrificado a causa de las pasiones, el pecado y la codicia, tú no comprenderás nada de esto, o harás algo peor aún: podrías matar a otro y reirse de eso. Hay personas que se alegran cuando atormentan a otros, y hay quienes lloran de sólo haber oído o haber pensado algo malo. Estoy hablando ahora de la sencillez y la sensibilidad del corazón, que se aparecen como resultado del trabajo espiritual del hombre y no tienen nada que ver con la depresión o cualquier cosa dolorosa. Este dolor no es depresión, no es una especie de desesperanza, sino que es la comprensión de los acontecimientos que nos rodean tales a como ellos son.

La obtención de un corazón misericordioso comienza con cosas sencillas: de la manera cómo tú hablas con otra persona, con que disposición le ayudas a ella, incluso tendiendole un billete. ¿Por qué Cristo nos llama a ser misericordiosos? ¿Para hacer que los pobres sean ricos o que los ricos sean pobres? Desde luego, no para esto, sino para que nos comuniquemos con el prójimo. La causa de la limosna, según el Evangelio, no radica en el campo social, sino en el espiritual – aprender a comunicarse con su hermano, a compadecerle en sus desgracias, aprender a privarse de algo en favor del otro, en fin, a morir para que otros vivan. Así como Cristo murió para que nosotros vivieramos.

Traducido del búlgaro al ruso por el diácono Gueorgui Maximov

Traducido del ruso al español por Bogoslov.Ru

viernes, 24 de junio de 2011

PREMIO


La intención profunda carece de premios. Ella arriba a su destino por una gracia que no probaremos como satisfacción por nuestra parte. Es posible que en el desierto padezcamos la sed y no logremos darnos cuenta que estamos cara al cielo...

Alberto E. Justo

viernes, 10 de junio de 2011

APOTEGMA


Abba Teodoro pidió a abba Pambo:"¡Dime una palabra!"Con mucho esfuerzo le dijo:"Teodoro, ve, ten misericordia de todos, porque la misericordia es confianza en Dios"
(Alf, Pambo 14)

sábado, 21 de mayo de 2011

martes, 10 de mayo de 2011

La Oración


La oración simple es el pan que fortifica a los principiantes. La oración acompañada de una cierta contemplación, el aceite que suaviza.La oración sin forma ni imagen, el vino perfumado que pone fuera de sí mismos a los que con él se embriagan.

Elías el Ecdicos

viernes, 29 de abril de 2011

Libertad


Mientras experimentemos la vida cristiana como una vida que restringe nuestra libertad de expresión, estaremos pervirtiendo e invirtiendo su esencia."

Henri Nouwen

sábado, 9 de abril de 2011

domingo, 3 de abril de 2011

La celda


Es necesario permanecer lo más posible en la celda: Siempre que uno se aleja de ella para vagar por el exterior, al volver le parecerá algo nuevo y desabrido. Más aún, se encontrará como descentrado y lleno de turbación, como si empezara a habitarla. No podrá recobrar sin trabajo y dolor aquella aplicación de espíritu que había conseguido morando fielmente en su recinto, pues ha dado rienda suelta a la dispersión.

Juan Casiano (Collationes, 6,15)

martes, 29 de marzo de 2011

miércoles, 23 de marzo de 2011

Visita di Bartolomeo I° alla Certosa di Serra San Bruno


Pubblicato il 21 marzo 2011 da cartusialover

Visita di Bartolomeo I
Patriarca ecumenico di Costantinopoli
alla Certosa di Serra San Bruno
21 marzo 2001

A dieci anni di distanza dalla visita in Calabria di S. S. il Patriarca Ecumenico Bartolomeo I di Costantinopoli, primate del Cristianesimo ortodosso mondiale, voglio proporvi il testo integrale dei discorsi svoltisi nella certosa di Serra San Bruno.
L’avvenimento ha rivestito una rilevanza eccezionale, poiché è stata la prima volta nella storia che il Patriarca di Costantinopoli ha visitato una Regione (la Magna Grecia) che fu per cinque secoli, e fino all’XI°, sotto la sua giurisdizione. Va ricordato, che la Magna Grecia, sita nel centro del Mar Mediterraneo ha da sempre rappresentato in Europa il ponte naturale tra Oriente e Occidente e tra Sud e Nord.

La visita in Calabria ebbe inizio il 19 marzo 2001, e si concluse il 23. Il giorno 21 vi fu lo storico incontro nella certosa calabrese, alla presenza di autorità ecclesiastiche. In quella occasione Bartolomeo I tenne un toccante discorso, a cui fece seguito un caloroso saluto del Priore Dom Jacques Dupont, che . volle così accogliere l’illustre ospite. Al termine dell’evento il Patriarca di Costantinopoli fece dono alla comunità monastica certosina di una preziosa lampada votiva, in seguito conservata gelosamente dai monaci serresi nella Cappella delle reliquie.

DISCORSO DI SUA SANTITA’

IL PATRIARCA ECUMENICO BARTOLOMEO I


Eminentissimo Metropolita d’Italia e caro fratello in Cristo Signor Gennadios,

Eccellentissimo Arcivescovo di Catanzaro-Squillace Monsignor Antonio Cantisani

Reverendissimo Padre Jacques, Priore di questa celebre Certosa posta sotto la protezione del glorioso protomartire ed arcidiacono Stefano,

Venerati Padri che praticate l’ascesi in questo sacro luogo,

Nostri figli diletti nel Signore.

Deposte nel Sacro Monastero di San Giovanni Theristis parti delle reliquie del Teoforo Giovanni, siamo adesso nuovamente in un sacro luogo di penitenza, prezioso strumento che ci prepara degnamente per la Santa Pasqua, terreste e celeste. I rapporti fraterni stabiliti in questi ultimi anni tra i nostri monaci, residenti o pellegrini in Calabria, e la vostra comunità monastica, traggono origine dall’amore che il vostro fondatore, il beato Bruno di Colonia, nutriva per i padri greci che incontrò, frequentò ed amò in questa terra, in cui operò in solitudine, soffrendo per la dolorosa separazione, allora operatasi, tra le nostre Chiese. Recò pesantemente questa sofferenza fin alla sua venerata dormizione e certamente la rechiamo sino ad ora sia noi che voi. A nove secoli da quell’evento siamo oggi felici nel constatare il solido vincolo spirituale stabilitosi in questi ultimi anni tra voi e i nostri monaci. Il vostro continuo dialogo e comunione in Cristo Gesù, qui nel centro della Calabria, costituisce la concorde supplica al Signore dei monaci greci e latini, ortodossi e cattolici, per l’unità dei Cristiani. Voglia Colui che è morto e risorto “per noi uomini e per la nostra salvezza” concedere l’unità alle Chiese d’Oriente e d’Occidente e di tutto il mondo. I sacri luoghi spirituali, mèta del nostro odierno pellegrinaggio, inducono tutti noi, chierici e laici, ortodossi e cattolici, ad avvertire con maggiore intensità e nostalgia l’urgenza di adoperarci per ristabilire l’unità delle nostre Chiese. La più sicura strada per raggiungere ciò e la strada del pentimento e della santità, che cercano di trovare e percorrere specialmente i monaci. Mentre godiamo dei benefici spirituali che riceviamo da questo pellegrinaggio alle palestre ascetiche della Calabria, una terra segnata in profondità da entrambi le tradizioni spirituali dell’Oriente e dell’Occidente cristiano, vi esortiamo, padri e fratelli carissimi, a rimanere fedeli ai Santi e Teofori Padri della Chiesa, e specialmente a quelli della Chiesa indivisa, che costituiscono indubbiamente il comune punto di partenza e il comune fondamento della vita spirituale in Cristo sia dell’Oriente che dell’Occidente. Che essi illuminano i vostri passi per il bene del pleroma dell’Una, Santa, Cattolica ed Apostolica Chiesa, verso cui tutti dobbiamo guardare, perché costituisce l’uno e indiviso Corpo di Cristo. La partecipazione nostra e quella di tutta l’umanità a questa increata ed unica Chiesa, cioè a Cristo increato, è la Sua volontà salvifica che riguarda tutti e, di conseguenza, deve essere anche il fondamentale e solido desiderio e scopo di tutti noi. Soltanto in questo modo sia noi che l’umanità che soffre nell’attesa del ritorno del Signore o meglio attende il suo ritorno al Signore, vedremmo il volto di Cristo, la nostra speranza e salvezza, di cui la grazia e l’infinita, misericordia siano con tutti voi. Amen.

Bartolomeo I

SALUTO DEL REVERENDISSIMO PADRE

DOM JACQUES DUPONT

PRIORE DELLA CERTOSA DEI S.S. STEFANO E BRUNO


Santità, venerabili Metropoliti, Eccellenza reverendissima, Archimandriti, reverendi Padri e Fratelli in Cristo,

Sia benedetto il nome del Signore, ora e sempre.

Noi umili monaci certosini, vogliamo benedire il Signore perché, in questo momento, sentiamo in modo particolare la benevolenza della sua grazia: ci conferisce il dono di ricevere tra noi sua Santità, che presiede alla Chiesa di Costantinopoli, la chiesa dell’apostolo sant’Andrea.

Nell’itinerario del suo pellegrinaggio nei luoghi calabresi di tradizione greca, Lei ha voluto inserire una sosta nella Certosa, fondata dal nostro padre san Bruno più di novecento anni fa. Grande è la nostra gioia, perché grande è il dono del Signore.

Benedetto il Suo nome glorioso per sempre.

Santità, la sua visita, che avviene per la Provvidenza divina il giorno in cui la Chiesa latina celebra il transito di san Benedetto, costituisce una luminosa testimonianza: testimonia che il monachesimo può essere un meraviglioso ponte di fraternità tra le Chiese di Dio. L’Occidente ha ricevuto la vita monastica dall’Oriente e nulla, malgrado le lacerazioni, le incomprensioni, le divergenze, nulla è riuscito a distruggere questo patrimonio comune. Come ricordava il Metropolita Emilianos di Silyvria, in occasione di un incontro sul monachesimo tra oriente e occidente, “tutti scaturiamo dalla stessa sorgente e attingiamo alle stesse radici”. Noi certosini ci consideriamo umilmente come un innesto del grand’albero dell’antico monachesimo. Bruno, di cui custodiamo le sante reliquie, seguì infatti la luce dell’oriente, ossia quella di Antonio, di Macario l’egiziano, di Sisoes e di tanti altri monaci che, ardenti d’amore per il ricordo del Sangue che il Signore aveva versato, popolarono i deserti per professarvi la vita solitaria e la povertà di spirito. Per due volte, Bruno rifiutò di diventare vescovo e si ritirò nel deserto per cercare Dio solo. In una breve lettera attesta quanta utilità e gioia divina rechino la solitudine e il silenzio dell’eremo a chi ne fa l’esperienza. Di questa vita solitaria che vogliamo, con l’aiuto divino, condurre ancora oggi troviamo un’adeguata definizione nelle parole di Giovanni Climaco: “stare in continua adorazione di Dio, sempre alla sua presenza, con il ricordo di Gesù aderente al respiro”. Allora, continua il Climaco, “potrai toccare con mano i vantaggi dell’esichia”.Ma il deserto è anche il luogo della lotta. Bruno parla del combattimento faticoso che soli uomini forti, veri atleti di Dio, possono affrontare. L’anacoreta è impegnato in una guerra senza tregua contro i logismoi per poter fissare in Dio i pensieri e gli affetti con semplicità e purezza di cuore. Per mezzo di questa lotta ascetica il monaco si trasforma, si libera; nella solitudine della cella, il suo cuore si dilata tanto da poter abbracciare l’universo intero. Sono davvero adatte al certosino le parole d’Isacco il Siro: “Allontanati dal mondo intero con il corpo, ma unisciti al mondo intero con il cuore… Sii amico di ogni uomo, ma solitario nel tuo pensiero”. Bruno era talmente affascinato dalla Bontà di Dio che diventò lui stesso tutto bontà, tenerezza, misericordia; i suoi primi discepoli hanno scritto che “era sempre festoso in volto, insieme col vigore di un padre mostrava l’affetto di una madre”. Noi suoi indegni figli, benché nascosti nel deserto e separati da tutti, benché piccoli e peccatori, senza funzione visibile nella chiesa e per questo a volte incompresi, vogliamo essere, nel nostro cuore, uniti a tutti. Tra questa moltitudine, occupano senz’altro un posto privilegiato, date le nostre radici comuni, i nostri fratelli monaci della chiesa sorella d’Oriente, in specie quelli presenti in Calabria. Aspirando e pregando affinché venga il giorno in cui potremo bere allo stesso santo calice, siamo convinti che il cammino verso il dono della piena comunione tra le nostre chiese si percorre innanzi tutto con la preghiera e la conversione del cuore, per cui i monaci dovrebbero essere in prima linea sulla via della riconciliazione. Il Signore ci perdoni le nostre mancanze e i nostri peccati. Possa questo incontro odierno riaffermare il nostro impegno reciproco. La preghiera comune davanti alle Sante Reliquie di questo Eremo renda più vicino il traguardo dell’unità, affinché si compiano le parole di Gesù Cristo all’ora della passione: “Tutti siano una sola cosa”. Santità, ringraziandola sentitamente per la sua visita, Le assicuro, a nome dei miei fratelli che Le presenterò in seguito uno per uno, che da oggi pregheremo con un fervore nuovo per la sua persona, per il suo ministero ecumenico, per la chiesa di Costantinopoli e tutte le sante chiese ortodosse. A lode della gloria della Santissima Trinità, Padre, Figlio e Spirito Santo.


Dóxa tô Theô!
Dom Jacques Dupont

Priore della Certosa di Serra San Bruno

sábado, 19 de marzo de 2011

jueves, 3 de marzo de 2011

"Lo que vive en tí"



" Lo que vive en ti es aquello cuyo amor tiene sobre ti un poder más grande."

Isaac de Nínive

martes, 1 de marzo de 2011

APOTEGMA


Un hermano preguntó a un anciano diciendo: "¿Qué es el recogimiento y cuál es su utilidad?" El anciano respondió:"El recogimiento es permanecer en la celda en conocimiento y temor de Dios, alejado del rencor y sentimiento de superioridad"

miércoles, 23 de febrero de 2011

viernes, 18 de febrero de 2011

lunes, 14 de febrero de 2011

martes, 25 de enero de 2011

jueves, 20 de enero de 2011

San Juan Crisóstomo: Sobre el bautismo de Cristo.


Había un bautismo de los judíos que limpiaba las inmundicias de la carne, pero no las culpas del alma; en tanto que nuestro bautismo libra de todos los pecados, purifica nuestra alma, y derrama la gracia del Espíritu Santo. El bautismo de San Juan era mejor que el de los judíos, porque no consistía en la observancia de las purificaciones corporales, sino que exhortaba a convertirse del vicio a la virtud. Pero era de menos valor que el nuestro, porque ni concedía la gracia del Espíritu Santo, ni el perdón que se obtiene por la gracia. Pero Jesucristo no fue bautizado ni con el bautismo de los judíos ni con el nuestro -porque ni necesitaba el perdón de los pecados, ni su carne, que había sido concebida desde el principio por el Espíritu Santo, tenía necesidad de él- pero fue bautizado con el bautismo de San Juan, para que comprendamos, por la naturaleza misma de este bautismo, que no fue bautizado porque hubiera cometido alguna culpa, ni tampoco porque necesitase el don del Espíritu Santo. Dice el evangelista: "Bautizado y estando en oración", para que se comprenda que una vez recibido el bautismo, es muy conveniente orar.

Dice, pues: "Se abrió el cielo", como si hasta entonces hubiera estado cerrado. El redil del cielo y el de la tierra ya se habían reunido, y habiendo un sólo pastor de todas estas ovejas, el cielo se abrió, y el hombre terreno se juntó con los ángeles.

Bajó el Espíritu Santo sobre Jesucristo, porque era como el principio de nuestra especie para estar primero en El, el cual no lo recibió para sí, sino para nosotros. De donde prosigue: "Y bajó sobre El el Espíritu Santo", etc. No se crea que lo recibió porque no lo tenía, porque El mismo, como Dios, lo enviaba del cielo, y a la vez como hombre lo recibía en la tierra. Así voló desde El hasta El, es decir, desde su divinidad hasta su humanidad.

Ahora, para expresar la mansedumbre del Maestro, aparece en forma de paloma; mientras que en Pentecostés se presenta en forma de fuego, para representar la pena. Cuando convenía perdonar los pecados, era necesaria la mansedumbre; pero cuando hemos alcanzado la gracia, sólo queda el tiempo del examen y del juicio.

Jesucristo también aun desde su nacimiento se había dado a conocer por medio de muchas profecías, pero como no quisieron entenderlas, habiéndose ocultado algún tiempo se vuelve a manifestar de una manera más clara por otro principio. Pues la estrella lo había revelado ya en el cielo, mas en las aguas del Jordán el Espíritu Santo desciende sobre El en forma de paloma y al Padre lo proclama haciendo resonar su voz sobre la cabeza de aquel que era bautizado; de donde sigue: "Se oyó una voz del cielo: Tú eres mi Hijo amado",