Quizá olvidemos lo "más importante". Sin duda, ante las "pruebas" y los
tropiezos de nuestra peregrinación nos preguntamos ¡tantas veces! por la
fecundidad y el valor de nuestras acciones. Entonces nos interrogamos
acerca de ellas y, sobre todo, cuáles sean y cuál su lugar. Arriban las
dudas y las apuestas: esto es mejor o peor que aquello; aguardábamos
mejores oportunidades (que nunca llegan) o reconocimientos siempre
insuficientes... Pero ¿en qué termina todo eso? ¿Qué es lo que en verdad
vale y más allá de los caprichosos aplausos de la multitud, cuando la
hay? En efecto, volvemos a la vida oculta, que es la realidad. Allí
germina otra cosa, otra cosa se da. Allí aparece fecunda, en verdad, la
lucha de Antonio en el Desierto. Es la "hora" que el Señor nos llama a
velar con Él. Las acciones verdaderas son, precisamente, las que más nos
acercan y asemejan al Salvador, y que -generalmente- no son elegidas.
Esas que nos parecen desprovistas de todo valor y de toda "vistosidad",
esas que... "pasan todos lo días" y "a cada rato", a las cuales no damos
demasiada importancia. Esas son las "obras mayores". Y no es cuestión
de "demostrar nada". Entremos en el gran desierto, en el Huerto de los
Olivos, y dejemos que Él nos lleve a "ese" lugar... Más allá del
espacio, más allá del tiempo de los relojes y de los almanaques...
domingo, 23 de diciembre de 2012
lunes, 1 de octubre de 2012
sábado, 29 de septiembre de 2012
liberación sencilla
No te fijes en las miradas que te circundan... ¡Despréndete! No son los
rayos que cruzan los caminos los que nos interesan... Los "costados"
quedan donde están. No, no dependes de esto o de aquello, no te quedes
atado en supuestas o no supuestas valoraciones opresoras... No son
interesantes, nada dicen aunque griten y endurezcan el entrecejo.
Detente y reposa en la Mirada de Dios... ¡Ojos que llevas en las
entrañas!
Tampoco dependas de lo que te parece que otros de ti piensan. Deja toda distracción sin sentido. El "abandono" se descubre y se aprende poco a poco en las cosas más pequeñas, más simples y más directas. No busques "quedar bien". Más bien eleva tu alma en plegaria...nada más.
Alberto E. Justo
Tampoco dependas de lo que te parece que otros de ti piensan. Deja toda distracción sin sentido. El "abandono" se descubre y se aprende poco a poco en las cosas más pequeñas, más simples y más directas. No busques "quedar bien". Más bien eleva tu alma en plegaria...nada más.
Alberto E. Justo
jueves, 16 de agosto de 2012
sábado, 28 de julio de 2012
domingo, 22 de julio de 2012
martes, 22 de mayo de 2012
VER A DIOS
“El espíritu que se vuelve hacia Dios suspende todos los conceptos y ve entonces a Dios sin imagen y sin forma; y en la incognoscibilidad suprema, en la gloria inaccesible, Él ilumina su mirada. No comprende -pues su objeto es incomprensible- y sin embargo conoce, en verdad, a Aquél que es, en esencia, el único que posee aquello que sobrepasa al ser. En la desbordante beatitud que brota de este conocimiento alimenta su amor y conoce así un reposo bienaventurado y sin límites. Tales son los caracteres del verdadero recuerdo de Dios.”
Teolepto de Filadelfia
sábado, 19 de mayo de 2012
viernes, 24 de febrero de 2012
ACEPTACIÓN
"No es el sufrimiento el que ha de invalidar o disminuir la aceptación (de la soledad) en la vida del peregrino. Quizá sea a raíz de una pena, de algún fracaso, como llegue a entrever lo mejor de su actitud. Porque, tantas veces, el dolor hace transparente la muralla que nos separa de la verdad."
A.E. Justo
martes, 10 de enero de 2012
ABANDONO
Que el hombre se abandone simplemente, nada pida, exija nada. Se contente con tener en Dios su pensamiento, su amor. Arroja, pues, todas tus cosas en este Dios desconocido, también tus defectos y pecados, y todo cuanto puedas proyectar con tus acciones. Ponlo todo en El con gran fervor. En la oscura, desconocida voluntad de tu Señor. Fuera de aquí, un tal hombre no debe jamás perseguir nada, ni querer de algún modo reposar o actividad, ni esto ni aquello, ni tal estado ni el otro. Sólo abandonarse simplemente en la desconocida voluntad de Dios.
Juan Tauler
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