Un día, unos peregrinos, impresionados por la calidad de la presencia de un joven, le tomaron por un monje y le pidieron la bendición. Al enterarse de esto el padre Serafín, comenzó a molerle a golpes... El joven empezó a gemir."Menos mal, dijo el monje, creía que te habías hecho tan estúpido como los guijarros del camino... La meditación hesicasta tiene el enraizamiento, la estabilidad de las montañas, pero su objetivo no es hacer de ti un tocho muerto sino un hombre vivo".
De "Meditar como una montaña"
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