"La teología que quiere respetar la piedad -escribe Gregorio Palamas- se ve obligada a afirmar a veces una cosa y a veces otra, siempre que una y otra sean verdaderas. Pero contradecirse en las afirmaciones no pertenece más que a los hombres totalmente privados de inteligencia" (1). O también: "Es necesario saber ver el equilibrio entre las dos partes de la antinomia" (2).No nos sorprende el hecho de que el pensamiento teológico sea antinómico. Pero el principio de la teología monástica fue siempre el siguiente: no afirmar con la boca a no ser lo que antes se ha experimentado con la vida. De lo cual se sigue que si los monjes dicen cosas diversas significa que también sus vidas son diversas. Pero si la vida de los monjes era diversa, nos preguntamos: ¿dónde y cómo ha desaparecido el antiguo ideal de una vida que es monotropos, unida, unificada y que sigue, según la interpretación evagriana, al mismo nombre de monje, de monos, uno? (3).Ante un mundo lleno de multiplicidad, de contradicciones, de divisiones, la vida monástica debe, según la visión evagriana, ofrecer no sólo una visión de paz sino también de una perfecta unidad, garantía de la mente unificada en sí misma o una con Dios uno.Pero los monjes bizantinos ¿fueron en verdad así? Sus discusiones y sus luchas ocurridas, en el período del esicasmo en el monte Athos, parecen turbar profundamente aquel antiguo ideal. Los monjes no llegaban, al menos así parece, a ponerse de acuerdo ni siquiera sobre la cuestión fundamental: cómo concebir la auténtica vida monástica.Hago previamente esta espiritual cuestión al tema que propongo: desarrollar la dialéctica de dos formas de vida del monaquismo bizantino: la perfecta vida común en el cenobio y, a la par, la tendencia esicasta que florece en el aislamiento. Como el tema viene ya propuesto desde el punto de vista histórico, yo me centro sobre el aspecto que podría llamarse "ideal", para sopesar mejor los motivos que hubo de una y otra parte, para descubrir, si es posible, dónde se encuentra el justo equilibrio de la antinomia.
Cardenal T. Spidlik s.j.
Tomado del Blog Ermitaño Urbano
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