El alma que preparada por el Espíritu Santo para convertirse en su sede y morada, y hallada digna de participar de su Luz, queda iluminada por la belleza de su gloria inefable, se hace toda luz, toda rostro, toda ojos; no queda ninguna parte de ella que no se llene de esos ojos espirituales de luz. Es decir, que ni una sola parte de ella queda en la sombra, sino que se trasforma toda ella en luz y espíritu... si tu ser interior ha experimentado todas estas cosas y se halla dotado de una fe abundante e inconmovible, entonces vivirás la Vida Eterna y tu alma descansa en Cristo incluso durante el tiempo presente.
Macario el Grande
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