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Es necesario permanecer lo más posible en la celda: Siempre que uno se aleja de ella para vagar por el exterior, al volver le parecerá algo nuevo y desabrido. Más aún, se encontrará como descentrado y lleno de turbación, como si empezara a habitarla. No podrá recobrar sin trabajo y dolor aquella aplicación de espíritu que había conseguido morando fielmente en su recinto, pues ha dado rienda suelta a la dispersión.
Juan Casiano (Collationes, 6,15)