«Coloqué (la perla), hermanos, en la palma de mi mano para poder examinarla. La observé por todos los lados: tenía el mismo aspecto desde todos los lados. Así es la búsqueda del Hijo, inescrutable, pues es totalmente luminosa. En su limpidez, vi al Límpido, que no se opaca; en su pureza, vi al símbolo del cuerpo de nuestro Señor, que es puro. En su carácter indivisible, vi la verdad, que es indivisible» (Himno sobre la Perla 1, 2-3).
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