
El peligro máximo es el peligro espiritual, el de perder la vida verdadera, los demás convergen en él; son ellos las distintas formas que puede revertir la prueba para cada uno de nosotros. Antes de nada hay que orar para que Dios viva en nosotros y nosotros en Él; hay que orar para que con las pruebas se beneficie la vida divina, única vida verdadera, único bien verdadero. Las persecuciones, injusticias, calumnias... de todo ello podemos pedir a Dios que en su bondad nos guarde, si bien, de conformidad con sus designios de amor, que constituyen la regla suprema de nuestra oración.
Ahora bien, esos designios han previsto ya que nos visitaría la prueba, que la paciencia en sobrellevarla, sería para nosotros fuente de merecimientos y expiaciones, y que la imagen divina resplandecería en nosotros a golpe de pruebas.
Dom A. Guillerand